Cajas de aroma
“Para los lacandones el dios Hachákyum y su esposa crearon al hombre con barro amasado y secado al fuego, al que agregan el -onen, el alma, espíritu o corazón, y lo llaman hach winik, "verdadera gente".” (Cortés, 2000). Tomando como referencia mitos mayas contemporáneos acerca de la creación del hombre, construí una serie de cajas en cerámica a modo de representación de mi núcleo familiar. Por tanto, cada caja encarna a un miembro de mi familia y su aroma en tanto cuerpo, urna y rastro. Estas han sido grabadas de dos maneras diferentes por quiénes representan; en primer lugar, la textura de cada pieza está dada por mechones de cabello de cada uno.


En segunda instancia, cada tapa posee una inscripción realizada por cada uno, en donde denota el rol que representa. Siguiendo la idea del mito, a cada cuerpo de barro se le otorgó de forma simbólica el espíritu por medio de papeles impresos y aromatizados con relación a la caja a la que pertenecen. Al sacar el papel de la caja, se emula el desprendimiento de una persona, de un cuerpo; de esta forma se señala lo efímero del aroma y cómo su temporalidad está supeditada al momento de la separación. Esta tensión la encontré por primera vez en la obra “Sucesión”(1998) de María Teresa Cano, pieza en la que la artista enfatiza en cómo la memoria y el olor están sentenciados a desaparecer, dejando atrás únicamente vestigios e indicios de lo que fue.